PUEBLO VS PUEBLO

Ya estoy completamente harto de ese discurso idiota que usa el término PUEBLO para referirse a determinados sectores de la ciudadanía de un país con exclusión de otros. Es posible que algún día consiga que alguno de los muchos que cultivan esta absurda línea de pensamiento me lo explique de manera satisfactoria, pero mientras eso no suceda no me quedará más remedio que seguir preguntándome una y otra vez qué rayos se supone que debemos entender por PUEBLO.

De acuerdo con ese discurso, qué parte de la ciudadanía es PUEBLO y cual no ?. Y quién decide, y con base en qué criterio, cuál es la línea que separa a una de la otra ?. Porque es muy claro que el análisis de los criterios aplicados en cada caso es fundamental para establecer la validez de un argumento, dado que cualquier argumento requiere a todas luces de fundamentos sólidos, o cuando menos razonables. Es más, según lo poco que recuerdo de mis lecciones de lógica, para ser considerado válido un argumento exige en primer lugar que sus premisas sean válidas de manera evidente en términos objetivos, lo cual descarta naturalmente cualquier forma de creencia prejuiciosa, sentimientos que se deriven de situaciones puntuales, experiencias personales y toda otra circunstancia que pueda conducir a una interpretación subjetiva de la realidad.

Entonces, haciendo a un lado todo capricho intelectual, qué elementos determinan que una persona o conjunto de personas sean más o menos PUEBLO que otras?. De hecho, el vocablo latino POPULUS, que es la raíz más cercana y cierta que tenemos de este término, refería al conjunto de ciudadanos romanos, es decir, aquellas personas que en la república romana gozaban de plenos derechos civiles, y a las que alcanzaban por lo tanto las obligaciones asociadas a ellos, cualquiera fuera su condición o estatus social y económico. Ateniéndonos a este significado, PUEBLO sería en realidad el conjunto de la sociedad que ostenta el derecho y la responsabilidad de decidir el rumbo de las políticas públicas de un estado o nación, con total independencia de cualquier diferencia social, cultural y económica entre los individuos que la integran. Si eres ciudadano eres sin la menor duda parte del PUEBLO, sin importar qué tan acertadas o equivocadas puedan ser tus convicciones personales respecto de uno o más asuntos de interés público, ni si eres más o menos rico o pobre, que hasta donde he logrado determinar parecería ser la medida empleada por quienes sostienen que algunos son PUEBLO y otros no, o por lo menos no tanto, confundiendo de manera muy clara el concepto PUEBLO con el de clase social.

Y esto último me lleva a otro concepto igualmente ridículo del mismo discurso, que no es otro que el concepto de CONCIENCIA DE CLASE, asociado al de CLASE TRABAJADORA, ambos derivados de la más que harto superada teoría marxista, que recoge una visión del mundo y de las relaciones sociales que no tiene ya correspondencia alguna con la realidad actual. Quizás hubo un tiempo en que la sociedad podía dividirse en términos bastante generales entre privilegiados y obreros explotados, aunque la verdad es que desde los albores mismos de la civilización humana siempre existieron categorías muy distintas de trabajadores. En el antiguo Egipto, para mencionar sólo un ejemplo, no era lo mismo ser un escriba que un artesano o un campesino. El acceso a determinados recursos y calidad de vida no eran iguales para todos, y eso sigue siendo todavía así, porque la distribución y retribución del trabajo en función de las aptitudes personales es parte de la forma en que los humanos nos organizamos como sociedad. Es algo que se da naturalmente, porque dependiendo de cuáles sean los objetivos generalmente aceptados por una sociedad algunas tareas se consideran más importantes y valiosas que otras. En las primitivas comunidades nómadas el cazador o recolector más hábil era sin duda alguna mejor considerado que sus pares menos aptos, mientras que en las sedentarias las tareas vinculadas al gobierno, administración, defensa y otras relevantes para la identidad de la comunidad, como las religiosas, eran ya notoriamente mejor valoradas que otras funciones también necesarias pero que no requerían en cambio de habilidades o conocimientos más singulares o menos comunes. Entonces, lo cierto es que a través de nuestra evolución nunca existió una CLASE TRABAJADORA propiamente dicha. Por el contrario, el universo del trabajo siempre ha sido naturalmente diverso. Lo único que ha cambiado es la forma en que apreciamos y retribuimos las modalidades de trabajo menos calificadas, la cual ha mejorado sustancialmente en el transcurso de los últimos cien años, aunque claramente seguimos asignando mayor valor al trabajo intelectual y la mano de obra calificada, así como a ciertos talentos particulares, como es el caso en el terreno de las artes y el deporte.

No pretendo decir que el hecho de que ciertas situaciones se den naturalmente, sólo porque en general el individuo humano tiende a comportarse de un modo y no de otro, invalide en modo alguno los esfuerzos y sacrificios que se han realizado para construir sociedades más justas y equitativas, y por ende menos violentas (aunque de cualquier modo parecemos empecinados en inventar siempre nuevas excusas para agredirnos unos a otros). Tampoco intento negar la importancia del rol que determinados sistemas de ideas, incluso aquellos que han alentado las más espantosas violencias y conducido a la postre a excesos iguales o peores a aquellos que se proponían erradicar, han jugado al generar cambios culturales que se tradujeron en una mejora significativa en la calidad de vida de vastos sectores sociales que se hallaban marginados y sujetos a condiciones que hoy consideramos inadmisibles. Sólo digo que si deseamos seguir avanzando por este camino, sin volver a cometer una y otra vez los mismos errores, necesitamos abrir nuestra mente a la interpretación de la realidad tal cual es y no cerrarnos en prejuicios ideológicos absurdos, en particular aquellos que proponen la división y confrontación entre sectores sociales presuntamente virtuosos y perversos. Tal cosa no existe ni ha existido jamás. La famosa GRIETA es un invento estúpido, al igual que la dicotomía entre PUEBLO y cualquiera sea la categoría que se pretenda atribuir a quienes se presume que no califican como tal. Son ideas alentadas por ciertos operadores que hacen su agosto a costa de la división social y aceptada por personas que encuentran en ellas una fácil explicación para sus carencias y falencias particulares, y un modo de considerarse por completo ajenas y en absoluto responsables ni siquiera de sus propios errores o las malas decisiones que hayan podido tomar en sus vidas.

Las diferencias de todo tipo entre los seres humanos existen, y asumo que continuarán existiendo por largo tiempo, a menos que la naturaleza humana experimente un cambio muy radical. En este contexto, nadie puede controlar bajo qué circunstancias viene al mundo, así como no podemos controlar cómo y cuando nos tocará partir. Culpar a otros y etiquetarlos como enemigos por lo que nos ha tocado en suerte, y peor aún por los desaciertos en que hayamos podido incurrir, no tiene el menor sentido. Es de hecho, para no caer en falsas modestias, una completa imbecilidad. Por eso creo que nos haría bien dedicar algún espacio a la reflexión y comenzar a archivar de una buena vez esa tontería de que algunos calificamos como PUEBLO y otros no. En el acierto o en el error PUEBLO somos todos, y mientras no entendamos eso seguiremos cultivando divisiones tan inútiles como peligrosas. Compartimos un mismo barco, en el que tan importante es la función que cumple el capitán como el más humilde marinero. Cada quien debe tratar de hacer su mejor esfuerzo desde la posición que ocupa, porque lo que cuenta es que el barco no se hunda. Y sí, alguno dirá que en ocasiones el capitán puede ser tan inepto y hasta abusivo que no hay más remedio que sacarlo del medio, pero esas suelen ser circunstancias excepcionales. Por lo general cada quien obra según su mejor entender y parecer, con relativa buena fe y hasta sinceramente convencido de tener la razón, pero en cualqier caso tenemos que aprender que todo aquello que no sea esencial para que el barco en que viajamos todos se mantenga a flote es negociable, y que no vale la pena matarnos unos a otros en el proceso.

PUEBLO VS PUEBLO

KONCHUDA

CFK

La estrategia que Cristina Fernández de Kirchner, presidente todavía en funciones de la República Argentina, viene desplegando con el claro propósito de complicar la gestión de su sucesor, el presidente electo Mauricio Macri, es la demostración más clara de los extremos a los que puede llegar un gobernante psicópata.

Repasemos :

A menos de 2 semanas de traspasar el mando Cristina Fernández de Kirchner no sólo se ha negado a cooperar para facilitar la transición de un gobierno a otro, sino que hizo votar a las apuradas un centenar de leyes, muchas de las cuales apuntan a maniatar o entorpecer cuando menos la gestión de su sucesor – el Frente Para la Victoria, partido que respalda a la actual gobernante, contará además durante la próxima administración con un amplio respaldo parlamentario, lo que dificultará al nuevo presidente deshacer lo hecho.

No contenta con ello, dispuso que el gasto público fuese incrementado en más de 140.000 millones de pesos argentinos, lo que significará cerrar el año con un déficit fiscal superior al 7% del PBI. Pero además se apresuró a acatar, como jamás lo hizo durante sus dos presidencias, un fallo judicial que ordena al gobierno nacional reintegrar a las provincias de Córdoba, Santa Fe y San Luis, con retroactividad al año 2006, los fondos que su propia administración venía reteniendo indebidamente para financiar el pago de jubilaciones, pensiones y prestaciones sociales. Y no sólo lo acató, sino que por iniciativa propia lo hizo extensivo a las otras 21 provincias del país, generándole al futuro gobierno un gigantesco dolor de cabeza y una evidente fuente de problemas en su relacionamiento político con los gobernadores provinciales, ya que el nuevo presidente deberá negociar con éstos los términos de la devolución.

Por otra parte, además de haberse empeñado en situar a último momento a personas de su confianza en puestos clave de los organismos de control, obviamente con la intención de trabar cualquier investigación referida a sus acciones y las de sus cómplices, cubriéndose así las espaldas, la presidente saliente ha impulsado la incorporación a la Administración Pública, también a último momento, de una multitud de nuevos funcionarios, en su inmensa mayoría simpatizantes, si no pertenecientes a ese infame grupúsculo de militantes kirchneristas autodenominado La Cámpora. El nuevo gobierno deberá instrumentar entonces procesos de destitución que generarán un ruido importante y complicarán aún más su gestión.

Frente a este desolador panorama apenas si merece comentario la actitud de la presidente saliente en relación con la ceremonia de traspaso de mando y la sospecha de que se propone alentar a sus seguidores a protagonizar manifestaciones y disturbios en el transcurso de la misma con el fin de ensombrecer la asunción de Macri.

En definitiva, las acciones de Cristina Fernández de Kirchner en esta instancia despejan cualquier duda que pudiese quedar respecto de su psicopatía, porque estas acciones constituyen un claro acto de venganza por la derrota electoral y un intento de dejarle al gobierno de Macri un campo minado. Lo más triste es que estas acciones no atentan sólo contra Macri, sino que atentan contra todos los argentinos, especialmente contra los más humildes y vulnerables. Los descerebrados que hoy le festejan la “gracia” no se dan cuenta de que son ellos mismos quienes pagarán las cuentas. O acaso están jugando con la idea de que Macri se vea obligado a renunciar, tal como en su momento debieron hacerlo Alfonsín y De La Rúa, y que eso pueda dar pie al retorno anticipado de su presunta redentora ?. Si es así, tampoco se dan cuenta de lo terrible que sería un acontecimiento semejante en términos institucionales.

Por todo lo dicho no me parece excesivo afirmar que Cristina Fernández de Kirchner ha demostrado una vez más ser una loca desquiciada, o para expresarlo de manera más vulgar, pero también más rotunda y notoriamente más gráfica, una reverenda CONCHUDA. Conchuda con K, por supuesto.

Nota : CONCHUDO/A – Americanismo, adjetivo coloquial con significado equivalente a SINVERGÜENZA, CARADURA – Diccionario de la Real Academia Española.

KONCHUDA

EL MUNDO DE LUTO

Mundo Luto

Una vez más hemos de lamentar las espantosas e irreparables consecuencias de nuestra ignorancia y barbarie. Los atentados cometidos este viernes por extremistas islámicos en París han puesto nuevamente en evidencia una muy triste realidad: los seres humanos continuamos siendo una especie absolutamente brutal, capaces de involucionar y desatar en un instante una furia espeluznantemente sanguinaria por apenas algo más que un quítame allá esas pajas. Y por eso, más que por las víctimas de esta particular salvajada, que se suman a las incontables víctimas que a lo largo de toda nuestra historia han muerto o sido marcadas de por vida por actos similares, el mundo debe cubrirse de luto.

Los militantes del fundamentalismo radical islámico, al igual que los de cualquier otra forma de fundamentalismo radical, no son más que un hato patético de ilusos, tontos de capirote, ignorantes, desgraciados que no han acertado a aferrarse a nada mejor que a un absurdo sistema de creencias para canalizar sus frustraciones, resentimientos e incapacidad para adaptarse al mundo y a las circunstancias en las que les ha tocado nacer y crecer. En cuanto respecta a sus líderes, cabe suponer otra cosa, porque si son lo bastante listos como para montar y coordinar una organización terrorista también han de serlo para asumir plena responsabilidad por el alcance de sus acciones : ellos sí no pueden ser considerados ni tratados más que como verdaderos criminales, bestias inhumanas, psicópatas que usan el argumento ridículo de la fe para captar adeptos, para regodearse con la ilusión de que son importantes y poderosos, dementes que pretenden disponer a su capricho de las vidas de otros porque no han sido capaces de hacer nada realmente  valioso con las suyas.

Los salvajes atentados en París deberían recordarnos hasta qué punto resulta necesario y urgente que los racionalistas levantemos nuestras voces para proclamar al unísono, con renovados bríos, que NO EXISTE NI HA EXISTIDO JAMÁS NINGÚN DIOS, cualquiera sea el nombre que los creyentes quieran darle, y que el acto de creer lo contrario no es digno de respeto, tolerancia ni consideración de ninguna especie. Es un simple acto de ignorancia y estupidez, y como tal debe ser aborrecido y execrado. Y es hora de recordar al mundo cuán triste es el hecho de que a través de la historia de la humanidad tantas vidas hayan sido inmoladas en vano, sin ninguna necesidad ni posibilidad de justificación alguna, en nombre de una simple, vulgar y tonta fantasía.

Y a los líderes políticos de Occidente les digo ésto: no hay manera de erradicar el fanatismo, religioso, político o de cualquier otra naturaleza, como no sea a través de la educación, de la lucha sin cuartel contra la ignorancia y la superstición, pero también contra la injusticia, la arbitrariedad y la corrupción que se ejerce desde el poder, todo lo cual es fuente de marginación cultural y económica para innumerables personas que se ven arrastradas a la desesperación y procuran encontrar redención abrazando ideas extremas. Son todos ustedes culpables del radicalismo islámico. La sangre de las víctimas de París cae sobre sus cabezas. Para mantener una ilusión de poder y control sobre Medio Oriente, para asegurarse el acceso al petróleo y otros recursos económicos, se han convertido en cómplices, cuando no en artífices, de gobiernos totalitarios, despóticos, sanguinarios. Han levantado y sostenido tiranías inadmisibles, y cuando éstas han dejado de resultar funcionales a sus intereses las han volteado o intentado voltearlas, generando vacíos de poder que han sido llenados por un caos y una violencia igualmente bárbaras. Han sido ignorantes, torpes y ciegos por conveniencias o necesidades de momento. Han sido cínicos y mentirosos. Han sido imperdonablemente altaneros, pagados de sí mismos, corruptos y violentos. Han sido, y continúan siendo, autores de excesos abominables que han forjado el resentimiento y el odio que alimenta los actos de terrorismo en todo el mundo.

Si los ingentes recursos dedicados a la guerra, a jugar a ser importantes, a sostener la industria bélica y complacer a los mercaderes de la muerte que financian sus campañas electorales, hubiesen  sido destinados a erradicar las miserias humanas, a luchar contra el hambre y la enfermedad, a brindar a los necesitados abrigo, refugio, contención emocional y dignidad humana, a promover la educación y difundir el conocimiento, a desarrollar a nivel global alternativas de vida dignas y sustentables, no estaríamos hoy en este predicamento.

Actos como el que hoy ensombrece a la humanidad entera demuestran bien a las claras que el hecho de ser los primates con el cerebro más grande y mejor desarrollado del planeta no nos ha hecho necesariamente más inteligentes. La verdadera inteligencia procede de la razón, y la razón no admite excusas de ningún tipo para justificar la atrocidad que significa no hacer lo correcto para hacer simplemente lo que nos conviene.

EL MUNDO DE LUTO

CON LA VOZ BIEN ALTA

Excelente spot publicitario de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) de España para incentivar la denuncia de actitudes y conductas discriminatorias.

El spot presenta la situación de una pareja de chicos estadounidenses que han reservado habitación en un hostal. Tienen una carta del responsable del hostal con indicaciones sobre cómo llegar al lugar, pero la carta se encuentra redactada en español.

Los chicos no hablan el idioma y solicitan a diversos transeúntes el favor de traducirles al inglés lo que pone la carta, que sobre el final va incorporando expresiones de carácter agresivamente homofóbico.

Se supone que los transeúntes locales son personas interceptadas realmente por los chicos, no actores, y que el spot ha sido confeccionado en base a las filmaciones tomadas mediante cámara oculta. Realmente brillante !!!.

CON LA VOZ BIEN ALTA

MILITANCIA ESCEPTICA

Traduzco a continuación un excelente artículo del profesor Lawrence Krauss – doctor en Física Teórica y director del Proyecto Orígenes en la Universidad de Arizona –, publicado recientemente por The New Yorker, el cual explora las razones por las que los científicos, y en general todos quienes adherimos al pensamiento crítico, no deberíamos permanecer callados ante quienes han optado por refugiarse en el pensamiento mágico.

DEBERÍAN SER TODOS LOS CIENTÍFICOS ATEOS MILITANTES ?.

Por Lawrence Krauss

Lawrence Krauss

Como físico escribo y hablo mucho sobre la notable naturaleza de nuestro cosmos, principalmente porque pienso que la ciencia es un componente clave de nuestra herencia cultural y necesita ser difundida mucho más ampliamente. Algunas veces hago referencia al hecho de que religión y ciencia se encuentran a menudo en conflicto, y de vez en cuando ridiculizo los dogmas religiosos. Y cuando lo hago, algunas veces se me acusa de ser un “ateo militante”. Incluso un sorprendente número de mis colegas me cuestionan gentilmente si no sería mejor evitar ofender a las personas religiosas. No deberíamos respetar la sensibilidad religiosa, evadiendo conflictos potenciales y construyendo un terreno común con los grupos religiosos para crear un mundo mejor y más justo ?.

Esta semana me descubrí  pensando en estas cuestiones mientras seguía el caso de Kim Davis, la funcionaria de condado en Kentucky que desobedeció directamente la orden de un juez federal de otorgar licencias de matrimonio a parejas gay, y, como resultado, fue encarcelada por desacato a la corte (fue liberada hoy). Quienes apoyan a Davis, incluyendo el senador por el estado de Kentucky y candidato presidencial Rand Paul, están protestando por lo que consideran una afrenta a su libertad de conciencia. Es “absurdo encarcelar a alguien por ejercer sus derechos religiosos”, declaró Paul en CNN.

El caso de Kim Davis nos remite a una pregunta básica : hasta dónde deberíamos permitir que las personas quebranten la ley si sus convicciones religiosas se oponen a ella?. Es posible llevar esta pregunta a extremos tales que hasta el senador Paul podría encontrar absurdos : imaginemos, por ejemplo, un yihadista cuya interpretación del Corán sugiriese que se le debería permitir decapitar infieles y apóstatas. Debería permitírsele quebrantar la ley ?. O bien, sin ir tan lejos, imaginemos el caso de un funcionario de condado que fuera un fundamentalista islámico y se negara a permitir que hombres y mujeres no casados ingresaran juntos a sus oficinas, o a entregar licencias de matrimonios a mujeres que no llevaran velo. Desde el punto de vista de Rand Paul, qué separaría estos casos del protagonizado por Kim Davis ?. Sospecho que la diferencia sustancial radicaría en que el senador Paul comparte las creencias religiosas de Kim Davies pero no las de esos hipotéticos fundamentalistas islámicos.

El problema, obviamente, es que aquello que resulta sagrado para una persona puede carecer de significado (o resultar repugnante) para otra. Esa es la razón principal por la cual la sociedad secular moderna generalmente legisla contra las acciones, no contra las ideas. Ninguna idea o creencia debería ser ilegal ; consecuentemente, ninguna idea debería ser tan sagrada como para justificar legalmente acciones que de otra manera serían ilegales. Davis tiene derecho a creer lo que quiera, al igual que un yihadista tiene derecho a sus propias convicciones ; en ambos casos la ley no restringe su derecho a creer, sino su derecho a hacer.

En el curso de los últimos años este terreno se ha convertido en una zona cada vez más oscura. Bajo la bandera de la libertad religiosa, individuos, estados e incluso corporaciones – como ha sido el caso de Hobby Lobby – han argumentado que deberían estar exentos de cumplir ciertas leyes sobre la base de sus convicciones religiosas (las leyes respecto de las cuales pretenden estar exentos no refieren a cuestiones religiosas, sino a derechos sociales tales como el aborto y el matrimonio homosexual). El gobierno tiene la obligación de asegurar que todos los ciudadanos sean tratados igualitariamente, pero los defensores de la “libertad religiosa” pretenden que sus ideales deberían estar por encima de los de todos los demás como justificación de diversas actitudes y acciones. En una sociedad secular, eso resulta inapropiado.

La controversia generada por el caso de Kim Davis ha sido posible porque, como cultura, hemos elevado el respeto hacia la sensibilidad religiosa a un nivel inapropiado que hace que la sociedad sea menos y no más libre. Libertad religiosa debería significar que ningún ideal religioso ha de ser tratado de manera diferente a otros ideales. Las leyes no deberían ser invocada en beneficio de aquellos cuyo único propósito es denigrar las convicciones de alguien, pero, en el mismo sentido, la ley tampoco debería ser usada para otorgar a este alguien ningún trato especial.

En el terreno de la ciencia, desde luego, la sola palabra “sagrado” es un término profano. Ninguna idea, sea religiosa o de cualquier otra naturaleza, tiene via libre. La noción de que una idea o concepto pueda estar libre de cuestionamiento o ataque constituye un verdadero anatema para la comunidad científica. El compromiso de cuestionar abiertamente se encuentra vinculado profundamente al hecho de que la ciencia es una disciplina atea. El biólogo J.B.S. Haldane escribió en 1934 : “ Mi práctica como científico es atea. Es decir, cuando llevo a cabo un experimento, asumo que ningún dios, ángel o demonio interferirá con su desarrollo, y esta asunción se ha visto justificada por el éxito que he alcanzado en carrera profesional”. Resulta irónico, realmente, que tantas personas tengan esa fijación acerca de la relación entre ciencia y religión, dado que esa relación simplemente no existe. Creer o no creer en Dios es irrelevante para nuestro entendimiento sobre cómo trabaja la naturaleza – tan irrelevante como lo es para la cuestión de si los ciudadanos deberíamos o no estar obligados a cumplir la ley.

Dado que la ciencia sostiene que ninguna idea es sagrada, resulta inevitable que aparte a las personas de la religión. Cuanto más aprendemos acerca de cómo funciona el universo, tanto más evidente parece el hecho de que el universo no tiene ningún propósito. Los científicos tienen la obligación de no mentir acerca del mundo natural. Aún así, para no ofender, suponen a veces erróneamente que los descubrimientos científicos pueden convivir en fácil harmonía con las doctrinas religiosas preexistentes, o guardar silencio en lugar de señalar las contradicciones entre la ciencia y las doctrinas religiosas. Es una extraña inconsistencia, ya que los científicos a menudo disienten alegremente con otro tipo de creencias. Los astrónomos no tienen problema en ridiculizar las afirmaciones de los astrólogos, aún cuando una significativa fracción del público cree tales afirmaciones. Los doctores no tienen problema en condenar las acciones de los activistas anti-vacunas que ponen en riesgo la salud de los niños. Y aún así, por razones de decoro, muchos científicos se muestran preocupados de que ridiculizar ciertas afirmaciones religiosas pueda alejar al público de la ciencia. Al hacer ésto están siendo condescendientes, en el mejor de los casos, o hipócritas en el peor.

Esta reticencia puede tener consecuencias serias. Consideremos el ejemplo de Planificación Familiar. Algunos legisladores están impulsando el “cierre del gobierno” (suspensión de todos los servicios no esenciales) a menos que se quiten los fondos federales para Planificación Familiar del presupuesto para el año fiscal que comienza el 1 de octubre. Por qué ?. Pues porque Planificación Familiar suministra a los investigadores científicas muestras de tejido fetal obtenidas a partir de abortos con la esperanza de encontrar la cura a diversas enfermedades, desde alzheimer hasta cáncer (almacenar y preservar esas muestras de tejido requiere recursos, y Planificación Familiar carga los costos a los investigadores). Es claro que muchas personas que protestan contra Planificación Familiar se oponen al aborto con base en sus convicciones religiosas y son, en mayor o menor grado, anti-ciencia. Deberían los científicos retraerse frente al riesgo de ofender o alterar a estas personas?. O deberíamos hablar más alto para señalar que, independientemente de cuáles sean las creencias de cada quien acerca de lo que es sagrado, sin esos fondos habría que desechar esas muestras de tejido, aún cuando las mismas podrían ayudar a mejorar y salvar vidas ?.

Ultimamente, cuando dudamos en cuestionar abiertamente ciertas creencias porque no deseamos correr el riesgo de ofender, lo que hacemos es convertir en tabú el acto mismo de cuestionar. Es en este punto que el imperativo de los científicos de hablar claro me parece más urgente. Como resultado de hablar sobre cuestiones de ciencia y religión he sabido de muchos jóvenes que se han visto expuestos a la humillación y el ostracismo por el solo hecho de haber cuestionado las creencias religiosas de sus familias. En algunos casos se les ha negado derechos o privilegios debido a que sus acciones confrontan las creencias de otros. Los científicos necesitan prepararse para demostrar con su ejemplo que cuestionar las verdades reveladas, especialmente las “verdades sagradas”, es parte esencial de vivir en un país libre.

En resumen, veo una relación directa entre la ética que guia a la ciencia y aquella que guía la vida ciudadana. La Cosmología, que es mi especialidad, parece estar muy lejos de la negativa de Kim Davis a otorgar licencias de matrimonio a parejas gay, pero de hecho aplican los mismos valores en ambos terrenos. Cada vez que una afirmación científica es presentada como incuestionable, ello socava los fundamentos de la ciencia. De igual modo, si permitimos que se realicen impunemente acciones o afirmaciones religiosas que afectan nuestra sociedad, estaremos socavando la democracia secular moderna. Nos debemos a nosotros mismos y a nuestros niños no dar vía libre a los gobiernos, ya sean totalitarios, teocráticos o democráticos, que promuevan, alienten, autoricen o legitimen de cualquier otra manera la supresión del derecho a cuestionar abiertamente a fin de proteger ideas que se consideran “sagradas”. Quinientos años de ciencia han liberado a la humanidad de los grilletes de la ignorancia. Debemos celebrar este hecho abierta y entusiastamente, sin importar a quién podamos ofender.

Si ésto da pie a que alguien sea llamado “ateo militante”, entonces ningún científico debería sentirse avergonzado de esta etiqueta.

Desde luego entiendo que el punto expuesto tan convincentemente por el profesor Krauss aplica no sólo a la comunidad científica, sino a todos aquellos que, sin importar cuál sea nuestra formación y ocupación, hemos llegado a valorar y atesorar esa misma liberación de los grilletes de la ignorancia y la superstición. Todos deberíamos abrazar el compromiso de cuestionar abiertamente, y sin temor de ofender a nadie, cualquier forma de pensamiento no racional.

MILITANCIA ESCEPTICA

ADULTOS

Adultez

Soy adulto, y como tal entiendo que mi primera obligación es ser una persona racional y emocionalmente inteligente, o cuando menos una pesona sensata, mesurada, razonable y responsable, lo cual significa que las conductas irreflexivas, impulsivas, sencillamente no son admisibles. Y soy muy severo a este respecto, porque entiendo también que cualquier situación o circunstancia que pudiera explicar una conducta irracional de mi parte, de las que por cierto no me hallo exento por el simple hecho de que soy aún humano, de ningún modo podrá justificarla : mi deber es pensar, reflexionar, y luego actuar en consecuencia.

Es verdad que en el mundo hay todo tipo de personas cuyas conductas distan bastante de ajustarse a los parámetros que he mencionado. Ya sea por las circunstancias en que crecieron, carencias afectivas y educativas, se comportan de manera irreflexiva, caprichosamente, como niños, títeres de emociones que son totalmente incapaces de procesar racionalmente. Lo entiendo, pero no lo justifico. Debemos siempre apuntar a superarnos, a ser mejores, más ecuánimes y temperados en nuestras acciones, porque no estamos solos y nuestras acciones ineludiblemente repercutirán de un modo u otro en aquellas personas que nos rodean, se encuentren o no vinculadas directamente con nuestras vidas.

Ser adulto signfica, antes que nada, tener la capacidad de sopesar opciones, medir de antemano todas sus posibles consecuencias, tanto respecto de nosotros mismos como de los demás, y luego decidir responsablemente el curso a seguir. Y ello implica otra obligación, que es la de tener perfectamente claro qué queremos para nuestras vidas y a qué estamos dispuestos a renunciar a cambio, porque en la vida nada es gratis, ni podemos tenerlo todo. Desear algo implicará siempre estar predispuestos a descartar o desechar todo cuanto pueda resultar natural o culturalmente incompatible con aquello que deseamos. En otras palabras, asumir a priori todas y cada una de las consecuencias que irremisiblemente conllevará el cumplimiento de nuestro deseo, porque difícilmente podremos escapar a ellas.

En definitiva, ser adulto es básicamente una actitud, una forma de afrontar y asimilar las realidades que circundan nuestras vidas, de tomar decisiones, de resolver o conciliar nuestros conflictos emocionales, de ser coherentes con nosotros mismos.

ADULTOS

LA APUESTA DE PASCAL

Pascal

Hé aquí uno de los argumentos más burdos de los muchos que se han planteado con el fin de apoyar la creencia en la existencia de eso que se suele llamar DIOS. La apuesta de Pascal, razonamiento así denominado por el filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662), pretende reducir el problema de la creencia o no en la existencia de Dios a un juego de apuestas, a partir del cual se concluye que la creencia en Dios reportaría una ganancia infinitamente mayor que la no creencia. Este razonamiento podría exponerse en los siguientes términos :

1 – Dios existe o Dios no existe.

2 – Si creo en Dios y Dios existe, entonces pierdo los placeres terrenales pero gano la salvación eterna (pérdida finita, ganancia infinita).

3 – Si creo en Dios y Dios no existe, pierdo los placeres terrenales y no gano nada (pérdida finita solamente).

4 – Si no creo en Dios y Dios existe, gano los placeres terrenales y pierdo la salvación eterna (ganancia finita, pérdida infinita).

5 – Si no creo en Dios y Dios no existe, gano los placeres terrenales y nada más (ganancia finita solamente).

De este planteo surge claramente que el premio mayor (ganancia infinita) estaría reservado para aquellos que sí creen en la existencia de Dios, y el mayor riesgo (pérdida infinita) para aquellos que no creen, por lo que apostar a la existencia de Dios sería la postura más ventajosa, pero el problema con la validez de este razonamiento es que parte de premisas falsas, o cuando menos indemostrables, como es suponer que esa entidad a la que se llama Dios respondería efectivamente al concepto tradicional que de ella presenta del dogma judeo-cristiano, es decir, una deidad lo suficientemente egótica y necia como para condenar a los no creyentes a la aniquilación eterna por el solo hecho de no rendirle culto – en este punto estaríamos hablando de una deidad tan caprichosa y rencorosa como cualquiera de las deidades imaginadas por otras culturas no iluminadas por los supuestamente eminentes valores de la religión judeo-cristiana.

Igualmente falsa, o indemostrable, es la premisa que asume que los seres humanos tenemos realmente la posibilidad de continuar existiendo con posterioridad a nuestra muerte en un plano inmaterial o espiritual, o dicho de otro modo que estamos dotados de un “alma”. Y evidentemente falsa és también la premisa que reconoce a priori la validez de la moralidad judeo-cristiana, presuponiendo además que los no creyentes son personas generalmente inclinadas a gozar de los “placeres terrenales”, y por tanto a los excesos, vicios o comportamientos pecaminosos, e incapaces en consecuencia de manifestar conductas morales dignas de merecer el favor de esa divinidad cuya existencia se niegan a reconocer, lo cual se debe obviamente a que Blaise Pascal no tuvo la claridad de pensamiento suficiente como para distanciarse de los prejuicios de su época.

Otro de los problemas fundamentales de este razonamiento, y quizás uno de los más importantes, ya que refleja a mi entender la razón por la que tantas personas deciden creen en la existencia de Dios, es su planteo en términos de conveniencia. Para empezar, no parece razonable o lógicamente válido optar por creer en la existencia de algo sólo porque nos parece conveniente, pero además, si asumimos que esa entidad llamada Dios es tal como el dogma judeo-cirstiano y el mismo Pascal suponen, entonces difícilmente podríamos admitir que pudiese considerar aceptable que una persona creyese en su existencia con base en la expectativa de obtener un premio o recompensa, o bien por simple temor a perder la oportunidad de ganar eso que se denomina “salvación eterna”. Tamaña hipocresía no debería merecer recompensa alguna de parte de una entidad divina que se supone valora por sobre todo la fe por la fe misma – en otras palabras la fe ciega.

En conclusión, la famosa APUESTA DE PASCAL, que todavía es sacada a relucir por quienes pretenden defender la validez de las creencias religiosas, no es otra cosa que un ejercicio intelectual tan absurdo como estúpido, dado que cae tanto por su evidente falsedad lógica como por la fuerza misma de los argumentos sobre los que aspira a apoyarse.

LA APUESTA DE PASCAL